Querido señora Protion:
Mi nombre es Grebucino y vivo en Albacete del pedernal. Ayer tuve una experiencia horrible en la carnicería y no tengo a quien contársela puesto que todos mis amigos están muertos. De hecho, murieron ayer durante la terrible experiencia que sucedió en dicha carnicería, pero esa es otra historia. Lo que le quería comentar era cómo descubrí que mi novia me engañaba con otro.
Estaba yo en la carnicería haciendo cola, como cualquier persona normal un lunes a las 15:47 de la tarde. En esos momentos mi vida era perfecta: mi madre me había dado dinero de sobra para comprar la ternera y además podría pasarme por la tienda de chucherías y comprarme de esas gominolas que parecen ballenas asesinas pero que en realidad están hechas de azúcar refinado extraído del hígado de los delfines que se enganchan en las redes de los barcos atuneros. Además, mi hermano acababa de encontrar trabajo en un hospital y se pasaba allí todo el día esforzándose mucho por mantener a toda la familia. Lo se porque cada vez le notaba más cansado y siempre se quedaba a dormir allí porque le daban cama y las cocineras guapas le daban la cena. ¡Eramos tan felices!
Pero a los cinco minutos ya no volví a ser feliz. Nunca más. La señora que estaba delante mio se quejó al carnicero de que le había dado mal las vueltas. El carnicero se puso a llorar diciendo no se que de que se le había metido carne picada en el ojo y la señora se enfureció todavía más. Cómo no podía esperar más a conseguir mis golosinas, empujé a la señora para que me atendiesen a mi, con tal mala suerte que la señora se cayó de bruces contra el mostrador y se empezó a ahogar con los higadillos de cordero que estaban junto a la máquina de filetear. Cuando por fin pudo alzar la cabeza, le dio un cabezazo al chico que hacía cola a la izquierda, golpeando el móvil y saltando el altavoz ¡Y resulta que hablaba con mi novia! Ella le estaba contando que estaba harta de tener que aguantar mis quejas y mis historias de la carnicería. Me sentó tan mal que perdí los nervios y al final salí llorando de la carnicería como si fuese un entrecot recocido. Sin querer, a mi salida tiré unos frascos de Coca-Cola que por desgracia reaccionaron con la carne de tofu, desencadenando una reacción exotérmica que hizo colapsar la presión local hasta crear una burbuja de vació que erosionó mediante cavitación los tubos del gas para envasar al vapor y todo aquello explotó, destruyendo la carnicería y parte del edificio donde mis amigos jugaban a la videoconsola esperando que llegase con las chucherías.
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