Recuerdo haber dudado entre la Playstation y la 64, hasta que por fin tuve en mis manos el Super Mario 64 y me tiré de cabeza a por la de Nintendo.
Por aquel entonces yo ya pasaba de la guerra de las consolas. La Mega drive estaba más que enterrada y había un claro vencedor: Nintendo. Sólo era cuestión de sentarse y disfrutar de los juegazos que estaban por venir. Digamos que me importaba bien poco si la Playstation tenía nosecuantos megahérzios, o si la Sega Saturn tenía ochenta procesadores. Yo sabía que la 64 era la consola más poderosa de todas aquellas (si exceptuamos la Neo Geo) y eso era garantía de poder fardar con los amigos un buen tiempo.
Por desgracia la jugada no le salió muy bien a Nintendo. La consola tenía determinadas características que la ponían en ocasiones a un nivel inferior que sus competidoras. Los cartuchos eran más caros que los discos compactos (ahora me descojono de la gente que tildaba el cartucho de caro cada vez que veo juegos DVD por 70 €), su capacidad menor y Playstation gozaba de una amplia publicidad en todos los medios. Uno que ya tiene una edad, ha visto como, de llamarse a las consolas «la nintendo», se ha pasado a llamarlas «la pley». Triste, muy triste para los que estabamos metidos en el mundillo de los videojuegos.
La pérdida de la licencia Final Fantasy, la huida de Squaresoft y de otras tantas desarrolladoras terminaron por convertir la máquina Playstation en la nueva reina del ocio electrónico y Nintendo se quedó totalmente eclipsada, hasta el punto de que si dices que compras consolas nintendo «eres raro» o «no entiendes». Ni siquiera Rareware pudo sacar de este aprieto a la 64 y eso que desarrolló los, para mi, mejores juegos de 1997 hasta pasado el año 2000.
Bueno, que digan lo que quieran. Yo me seguiré reuniendo esos sábados de agua de valencia, cerveza y shisha para echar un Mario kart con los amigos antes de salir a respirar el humo cancerígeno del tabaco en los bares.
Video promocional de Mario kart 64
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