lunes, diciembre 17, 2007

Cagondiosio y el puto móvil, palabra llana.

Amargado y compungido por no poder estar tranquilo porque el puto móvil sonaba cada dos por tres, Cagondiosio se colgó con papel higiénico y se tiro por la ventana. Cuando llegó al primer piso se detuvo y comenzo a gritar con todas sus fuerzas los más fieros insultos que podía pensar en ese momento contra aquel aparato infernal. No sólo le iba a producir un tumor en el futuro, sino que ya le había provocado otro cancer, pero esta vez en la cartera.

La gente diose cuenta de que Cagondiosio estaba en lo cierto y comenzó a estampar su móvil contra las graníticas aceras de la ciudad. Todos comenzarona a despotricar y a maldecir a esos aparatos que sólo Satanas podría haber inventado. Al poco tiempo, una muchedumbre comenzó a tirar azotea por azotea las antenas de sus edificios. La violencia era ya imparable, a continuación le tocó a los putos niños que juegan con sus teléfonos en los restaurantes: todos ellos fueron defenestrados, no sin antes atarles a sus padres para que les acompañasen en su corto viaje al infierno.

Y así Cagondiosio comenzó una revolución en su país. Luego llegó el turno de los que trucan las motos, después el de los que llevan las ventanillas del coche bajadas escuchando maquina de los 90. Y así hasta que por fin un día se consiguieron escuchar los trinos de los pájaros.

Pero todo aquello no era más que un sueño. Cagondiosio se había enredado el cuello con el papel higiénico, que cada vez le afixiaba más. La falta de oxígeno le hizo soñar en un mundo mejor, un mundo que le hizo sonreir unos segundos antes de su trágica muerte.

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