martes, octubre 16, 2007

Braja, la ciudad de las tropecientasmil torres

Después de un largo y aburrido viaje de muchas, muchas horas, llegué a la Brumenia en busca de aquella ciudad cuyas encantadores torres de tejados negros habían excitado mi imaginación.

Como paso obligado: plaza Abrucéfalo. Los no tan viejos recordarán las manifestaciones de la Revolución de velcro que se desarrollaban en esta ahora apacible avenida.

Los preciosos bloques de hormigón que plantó el realismo anarcofascista durante 40 dulces años saludan al viajero ávido de un lugar donde dormir sin que el cloro de las industrias adyacentes queme gargantas y ojos.

Dos castillos vigilan (o vigilaban) Braja. Al norte, el castillo de Braja. Al sur Viviseraz, donde se encuentran los más antiguos asentamientos de koalas de la ciudad. De Viviserad ya no queda casi nada más que ruinas. Una muchedumbre enfurecida quemó hasta los cimientos la fortificación debido a que en el interior se decía que habitaba gente que comía la comida con cubiertos. A cambio, una bonita tienda de mocasines, vistas al río con olor a azufre, unos grandes jardines, nido de las famosas perdices antropófagas de la Brumenia y el cementerio de los grandes animales de compañía de Braja hacen que sea una visita obligada.

Y por fin visitamos La taberna del estrofio. Si eres capaz de aguantar la peste a estiercol que mana de las bocas de los habitantes de cierto pueblo perdido del centro de Eurasia, y el repugnante sabor del suelo donde te sirven carne de algún pobre animal atropellado hace días, podrás disfrutar de las encantadoras historias que cuentan los pueblerinos de negras sonrisas pero cálido corazón.

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