jueves, agosto 23, 2007

La saga iberica, por Palver

La Meseta ibérica, ancha fría y seca. Se cuenta que en tiempos de los turmódigos, una basta selva tropical campaba a sus anchas entre las tierras de los Vacceos y los Autrigones, bañada por un enorme río que manaba de la sierra Idubeda.

Sin embargo este clima tocó a su fin cuando algunos indígenas cavaron un hoyo hasta Laponia, y las turmódigas cabreadas hicieron que la ira de Netonostía, diosa cruel, cayera sobre toda la zona.

Pero no siempre fueron así de hurañas estas hembras. Siglos antes, hubo un tiempo en el que todos vivieron en paz y disfrutando de una cultura polígama y abierta.

Pocos en aquella época eran monógamos e infrecuentes más aun los matrimonios.

Fue en tiempos de Isbelira, cuando el culto a Netonostía comenzó a calar entre las mujeres de aquellas tierras. Isbelira era una joven guapa y alegre que disfrutaba de la vida en un pueblo de las montañas, conocido como Palatea. Pocos en aquellos días eran monógamos, pero algunas parejas elegían esa vida de mutuo acuerdo y nadie los criticaba.

Isbelira conoció a Varolio, joven de otra villa y decidieron el camino de la monogamia, lo cual molestó a los muchachos del pueblo, que pidieron ayuda a Fíchemos, (el dios masculino del amor). El dios impertinente lanzó su hechizo a Varolio, y éste, temeroso de que Isbelira le fuera infiel, comenzó a tener un comportamiento algo paranoico, y no dejaba salir a su compañera sola ni por las noches ni por el día.

Isbelira agobiada por el comportamiento de Varolio y las tretas de Fichemos decidió abandonar Palatea, y se fue al monte. Vagando por la montaña llegó hasta la cascada de Urbioniga, que se consideraba el hogar de Querilinga (Diosa del amor femenino) la cual vivía con su hermana Nentonostía, en una cueva tras la cascada. Se adentró y rogó a las diosas ayuda.

Querilinga la aconsejo abandonar a Varolio, pero Isbelira no se decidía pues aún le amaba. Entonces Netonostía, cogió a la muchacha y se la llevó a su hogar, donde absorbió toda la frustración de Isbelira. La dijo que volviera al pueblo y dejara todo en sus manos. Así pues, libre de toda preocupación Isbelira volvió a Palatea, y ciertamente cuando llegó a la villa la situación había cambiado.

La antigua alegría y calidez propias de la zona habían sido sustituidas por un carácter huraño y cerrado, pues Netonostía había inculcado toda la frustración de Isbelira en todas aquellas que no se habían compadecido de esta cuando sufría por los celos de Varolio. Poco a poco esta actitud se fue pegando en los hombres y fue aumentando en ambos como una espiral. Isbelira y unas pocas mujeres que no podían soportarlo, abandonaron la villa en busca de Querilinga, pues desde entonces desconfiaban de Nentonostía.

Querilinga aconsejando a Isberila sobre su matrimonio

Mientras tanto en el pueblo hombres y mujeres sufrían por los celos de unos y de los otros, los más celosos aceptaron la situación, pues los celos los atormentaban antes igualmente. Sin embargo un pequeño grupo de hombres esperaba impaciente el regreso de Isbelira y sus compañeras.

Pasaron varios años y se rumoreaba que Querilinga había buscado una nueva tierra para Isbelira y las otras mujeres, lejos de la ira de Netonostía y los celos de Varolio. Esperanzados por una vida mejor se decidieron a buscarlas, pero no lograban ponerse de acuerdo como y se dividieron. Algunos marcharon hacia las cálidas tierras del sur, otros a las verdes del oeste y otros buscaron en el exótico este. Solo se quedó Parcolio, abuelo de Aristarco, pues su mujer, fiel seguidora de Netonostía, lo ataba en corto.

Escrito por Palver y editado por Protion9

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