Roberto Alfredo no conseguía concentrarse. Sus manos sudadas mantenían en el aire a duras penas el lápiz mientras su cerebro no paraba de masticar y escupir frases épicas con rancio sabor a ñoñería de niña de trece años. La noche avanzaba y era incapaz de ensuciar el papel con un triste trazo. Totalmente desquiciado, decidió tomar un par de pastillas anfetolaxantes para provocarse a si mismo una diarrea mental lo suficientemente fuerte como para poder entregar su trabajo a tiempo.
Ya no tenía siquiera licor de moras en la nevera. Se sentía solo, triste. Pero esta vez de verdad. Llevaba al menos dos años sin sacar nuevo disco y las grupis habían partido hacia cuentas mejores. Pero ese era el sentimiento, eso era lo que él quería. Agarró con fuerza a su osito Mapuchi y se puso a llorar pensando en koalas devorados por canguros, en toda la pobreza del mundo, en esos pobres negritos. Una lágrima recorrió su mejilla. Ahora sonreía, ese era el sentimiento. Cogió las llaves del Honda y bajó al viejo barrio chino en busca de fulanas y garrafón donde gastarse los royalties de aquella canción para El Corte de Ingles. Necesitaba noches bohemias donde gastarse 2.000 dolares en prostitutas tetudas en la noche de Tokio, con carteles de neón quemándole las retinas. Luego en España todo sería diferente: su cara de niño bueno nunca le delataría.
Amanece, pero el viaje es más fuerte. Llama a su agente. Ya tiene lo que quería, ahora solo toca cambiar follar por amar, puta por cariño y chuparmela por beber lo prohibido. Otro nuevo éxito Roberto Alfredo, otro nuevo éxito.
2 comentarios:
Licor de moras???koalas devorados?? mira que eres......... XD
Ríase, ríase de los koalas... algún día uno de sus hijos traerá alguno a casa... y ya me dirá si vuelve a dormir tranquila...
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