miércoles, abril 16, 2008

Hermes y la aguadora

El joven Hermes dejó caer unas cuantas monedas para mirar bajo el peplo a la joven aguadora. Si no fuera por el velo que llevaba aquella encantadora mujer, el dios lascivo bien se hubiera llevado un remojón y un cantarazo. A pesar de la torpeza del joviano en su movimiento al agacharse bajo el vestido, la chica encantadora no se percató de la presencia del olímpico entre sus muslos.

Bien saboreaba la dulce vista del campo, de la hierba corta y el fino terciopelo, pero queriendo probar los frutos de aquel jardín, el alado necio levanto su cabeza y raspó con su corona laureada el fino vello de la muchacha. Rápido es el mensajero de Zeus y cuando la mujer por fin se percató, éste ya había huido con buen calentón.


Avergonzada la chiquilla, aquel día prometió que nunca más llevaría velo, pues si ya de por si es limitada la vista humana, más lo es con engorrosos impedimentos. Cortó el trozo ahora sobrante de la fina toca y con él hizo unas cómodas bragas. Ya no sopla el aire en el monte venus.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué pena, penita pena... con lo fantásticamente bien que se sienten los elementos en esos parajes!El sol, la lluvia, el viento. Hay que hacer más turismo por los montes. en eso Hermes era un precursor!
Un saludo, Pro!
IVI

Protion9 dijo...

Es que antes los dioses eran más espabilados. Los que están ahora de moda son un poco más remilgados.

¡Un saludo IVI!