domingo, septiembre 09, 2007

Guerras consoleras allá en los 90. Echo de menos mi SNES.

Imagen 1. Ejemplar de hembra humana de la secta de Nintendo realizando ritual eroticofestivo para atraerse el favor de los dioses en su búsqueda del triforce en el Zelda.

Como cambian las cosas según va pasando el tiempo, mis queridísimos amigos. Hubo una época en la que al comprarte tu primera videoconsola entrabas automáticamente en una secta de la que difícilmete podrías salir. Se podría resumir así: españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos consolas ha de helarte el corazón.

Y así fue. Por culpa de un primo que tengo y su flamante carnet del club Nintendo, terminé volviéndome un fanático destructor de erizos. Porque al quedar deslumbrado por aquel tetris, aquel Mario land y aquel juego de pimball, me dio el típico arrebato consumista de niño occidental que hizo, despues de mucho dar guerra a mis padres, que consiguiese una auténtica Game boy. Y no creais que fue fácil, necesite hasta ayuda divina para conseguir que mis queridos progenitores entrasen en razón y me regalasen aquella excelente máquina de entretenimiento. En pleno año jacobeo, mientras las demás personas pedían salud, dinero y amor a Santiago, yo en la mismísima catedral de Santiago recé al santo patrón y le pedí una auténtica Game boy para poder aplastar setas venenosas y comerme otras que me hiciesen más poderoso.
Fueron días felices. Actualmente ya no conservo esa consola. La tiene mi hermana a recaudo, se que ella no la venderá.

Al poco tiempo, otra vez por culpa de mi primo, se me antojó "el cerebro de la bestia". Si, la Super Nintendo. Aun recuerdo aquella mañana de reyes, levantandome temprano para conectar aquella caja gris y poder arrancar mis primeras cabezas al Mortal Kombat II.

Mi relación con la SNES fue un tanto fría. Tenía una de las consolas más poderosas de la época y humillaba a los desgraciados poseedores de la Mega drive. AUTENTICAS discusiones que casi acababan en sangre ocurrían en el colegio e instituto decidiendo cual de las dos era la CONSOLA. Pese a nuestro fanatismo, no hacíamos ascos a quedar en casa de nuestros enemigos consoleros para echar buenas partidas. Disfrutaba jugando con las Tortugas ninja. Yo contra el barrio en el Streets of rage o matando esqueletos en el Golden axe. Eso si, al terminar la sesión de juegos tenías que decir: que pena que no tenga estos juegos en mi Super nintendo, se verían muchísimo mejor. Había que dejar alto el pabellón de Nintendo.
Pero como todo aparato tecnológico, aquella generación tendría que morir. Disfruté mucho viendo como la Mega drive desaparecía mientras mi SNES seguía compitiendo en lo más alto contra consolas que ya manejaban las 3D.

Y aquí casi llega la herejía. Estuve a punto de venderme al opresor cuando se me antojó la nueva consola de Sony. Por supuesto la Sega saturn era de Sega y me estaba vetada. Justo a tiempo llego la Nintendo 64 para volver a hacerme ver el camino del bien y de la luz. Y vaya luz. Horas, horas y más horas he estado jugando a esa máquina. Tanto es así que lleva conectada en mi casa desde principios de 1998. el último juego que me compré fue hace unos 4 meses. Así que a pesar de andar algo oxidadilla todavía nos reunimos algunos días a echar unas partidas al Mario kart 64.
Por el camino se quedo mi Super nintendo, que se la vendí a un amigo y ahora intento recuperar (todavía conservo todos sus juegos menos uno). También mi Game boy fue retirada a cambio de una Game boy advance, que fue vendida debido a no resultar de mi agrado ( y fijate que se han vendido millones). Actualmente poseo una Nintendo DS que también me esta dando buenos ratos y buenos piques.

Realmente echo de menos a Sega y sus consolas. Estoy impaciente porque un amigo me proporcione una auténtica Mega drive II y así firmar la paz con la compañía del erizo que tantas buenas meriendas me hizo pasar. Y todavía espero pasar por alguna tienda y ver una flamante Dreamcast con juegos que sin duda adquiriría.

Pero las cosas no cambian, a pesar de no haberme comprado ni una Game cube ni una Wii, todavía llevo a Nintendo en mis venas. Ahora el enemigo no es Sega, ahora el enemigo es Sony. Ahora son los chiquillos los que discuten sobre qué consola es "más mejor" y cual maneja más polígonos.

Algún día verán en un escaparate de una tienda de segunda mano aquella consola "de la competencia" y en sus adentros tendrán unas terribles ganas de jugar con ella.

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