miércoles, junio 13, 2007

El pozo de "El feo"

No se cuando fue la última vez que fui por aquellas tierras del norte, pero me acuerdo que la última vez fue especial porque me quedé impresionado con cierta historia que me contaron, más que nada porque pude ver de cerca el lugar de los hechos y todavía podría sentir el olor de la leyenda viva en esa cueva.

No hace mucho tiempo, allá en los años de plomo de los 40, las playas de este país todavía eran vírgenes y el hormigón no las había devorado por completo. Los niños esmirriados de la posguerra gastaban sus vacaciones trabajando en la tierra y los que tenían la suerte de vivir cerca del mar podían de vez en cuando darse un baño y mirar al horizonte infinito donde los dos azules invitan a soñar.

En una de aquellas playas hispanas había una cueva que todos los chavales llamaban el pozo de El feo porque se decía que allí vivió durante la guerra un mendigo asqueroso que se alimentaba de peces crudos y utilizaba la piel del pescado como taparrabos. Pasaba tanto tiempo con peces que al final se decía que llegó a tener cara de nécora y barbas de centollo.

La cueva estaba tapada y el pasó estaba impedido, misterioso, y los niños asustadizos no querían ni acercarse a la boca enladrillada. Pero pronto llegó la adolescencia, las ganas de estar de fiesta y la curiosidad innata por las cosas vetadas. Aquella idea debió empezar por la prohibición de la guardia civil de beber en las fiestas, así que algunos chavales decidieron abrir aquella madriguera para fumar el fresco tabaco americano que uno de ellos había conseguido en la frontera y darle leña al orujo de la anterior cosecha. Con una pequeña pala comenzaron a excavar en la oscuridad de la noche los cimientos en la arena hasta por fin derrumbar la construcción que taponaba la entrada. Dentro había una pequeña estancia abovedada que permitía la presencia de no más de 3 personas, así que decidieron bajar por unas toscas escaleras talladas en la roca hasta el frío subsuelo. ¡Ay ingenuos, no hiceron caso de las llamadas de los que antes la vida perdieron! Pues antes de penetrar en la piedra, a sus espaldas y como salida de la nada, una pareja de chiquillos les dijeron que su abuela les había contado que la entrada era sencilla, no así la salida y que corrían un peligro tremendo. El orujo, que ya había empezado a correr (al igual que el celo, pues eran 4 chicos para 4 chicas todos emparejados desde hace poco tiempo) nublaron el sentido de aquellos zagales y no hicieron otra cosa que lanzar una botella vacía a los niños siniestros que en la oscuridad se desvanecieron.

Sin darle mayor importancia, siguieron adelante adentrandose más y más lejos y llegaron a una nueva sala, esta vez mucho más grande y la encontraron amueblada con una mesa de madera corroída por el salitre y unos tocones de madera que bien les sirvieron de asiento.

Y así pasaron la noche, bebiendo y bebiendo, fumando, besandose e incluso fornicando los más mayores del grupo, a los ojos de todos. Pues aquella era la noche de San Juan, el día era largo y el calor directamente proporcional a las horas de sol.

En esto que las horas pasaron deprisa y el sueño comenzaba a apretar. Cuando se terminó la bebida tiraron los cascos de las botellas en la arena y se dispusieron a escalar por la roca. Pero la oscuridad era tan grande y la roca ahora tan resbaladiza que no pudieron ni dar dos pasos. Peor aun, porque cuando uno de ellos se aupó lo suficiente, vio que el techo de la cueva estaba tapado y era imposible llegar arriba del todo. La única salida era un ventiladero natural por el que se oían las olas pero que no era mayor que la yema de un dedo. Y cundió el pánico. Estaban encerrados y lo peor estaba por llegar, pues tan grande era la borrachera que no se dieron cuenta de que estaban acompañados desde hace tiempo.

Al día siguiente dos chicos y una chica aparecieron flotando en alta mar, hinchados y azules. Se recuperó parte de otra chica que todavía no había sido devorada por los cangrejos que se contaban por cientos. Otros dos chicos aparecieron días después despellejados debido posiblemente a que las olas les hicieron golpearse contra las rocas afiladas de la costa. Del resto, otra pareja, no se supo nada.

Al encontrarse la cueva abierta, las autoridades pensaron que posiblemente al subir la marea y debido a la embriaguez habían quedado atrapados en aquella pequeña cámara, donde encontraron una botella y se habían ahogado. Pocos días después aquel lugar fue dinamitado y completamente sellado, o al menos... la superficie.