sábado, enero 06, 2007

El teniente Burguermeister

Nunca he sido una persona que sienta admiración por personajes de la historia famosos. Quizá los únicos que me inspiran simpatía hayan sido Alejandro el magno, el emperador Juliano y poco más. Nunca hubiera entendido el concepto de ser fan de alguien si no me hubiese encontrado con cierta historia sobre cierto soldado que luchó en la segunda guerra mundial. Es bien sabido que en las guerras los hombres cometen grandes hazañas. Y este es el caso del protagonista de nuestra siguiente historia, y lo bueno de todo esto es que podré ponerle cara y nombre real.Su nombre era Sander Burguermeister, nacido en Prusia en el año 1921 era el hermano mediano de una familia de campesinos. Su vida no hubiese sido nada del otro mundo sino se hubiera alistado en la Wehrmacht, con ansias de aventuras y de prosperidad para su familia. A los 18 años, cuando los alemanes invaden polonia, el estuvo desde el principio en cabeza de las fuerzas ocupantes. Pero el no amaba la guerra, Sander sólo quería conocer mundo, así que con sus habilidades mecánicas consiguió un puesto en la Luftwaffe y de Polonia fue directo a África con Rommel.

Allí comenzó su odisea, y nunca mejor dicho, pues mientras estaba de copiloto en un avión de paracaidistas, este fue derribado sin querer por fuego amigo y cayó en medio del Mediterraneo. Todos sus compañeros murieron menos él, no por ser un excelente nadador, sino porque tuvo la suerte de que dos pescadores egipcios le recogieron a tiempo en su barca. Como no tenía nada con que darles las gracias, se unió a la tripulación y remontó el nilo río arriba pescando junto a sus nuevos camaradas.

Pasaron varias semanas hasta que volvieron al poblado del que venían la mayoría de los pescadores. Pero el destino le jugaría una mala pasada. Por la noche, chocaron contra unos cocodrilos y la barca volcó. Sus compañeros fueron devorados. Sander por suerte todavía conservaba su luger y pudo abatir a dos, que le servirían de cena durante dos días en lo más inhospito de aquel cenagal.

Perdido completamente y viendo que aquel iba a ser su final, reunió todas sus fuerzas y comenzó a andar rio arriba en busca de alguien que le pudiese devolver con sus camaradas de la Luftwaffe. Siguió paralelo al río hasta que llegó a un inmenso cañon por el que las aguas se perdían en la oscuridad. Como caía con fuerza el sol, probó suerte y se internó por las angostas aberturas que el agua había producido tras siglos de paso.

La suerte estaba con él, pues entre el limo producido por la erosión, había cientos, sino miles de pepitas de oro. Llenó su capazo todo lo que pudo para que no fuese realmente pesado y siguió andando hacía un cercano valle que se abría paso entre las rocas. Allí pudo alimentarse de frutas variadas y dormir apaciblemente en una colcha de hojas secas.

Y como el destino favorece a los audaces y a los que no se rinden, a los dos días pasó por allí una caravana de nativos que se dirigían a Alejandría a vender el oro que el Nilo les había dado.

Los jeques le dejaron continuar el viaje junto a ellos a cambio de que devolviese todo el oro y que mostrara respeto por sus costumbres.

Y vaya que Sander siguió las costumbres, tanto, que quedo prendadísimo de una de las mujeres de aquel convoy africano. La joven Aisha de cabellos negros, de la que siempre nos habla en su diario.

Y por hoy yo creo que es más que suficiente. Al próximo día continuo con las aventuras del señor Burguermeister. No os las perdais, porque habrá de todo, tiros, sexo, pasión desenfreno, aviones y espionaje.

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