jueves, enero 11, 2007

El teniente Burgermeister (II)

El teniente Burgermeister (I)

Volvamos con nuestro amigo Sander y su travesía por el desierto.

Prendado totalmente de la joven Aisha, Sander preguntó a los jóvenes de la caravana la mejor forma de cortejarla. Él, un rudo alemán, poco acostumbrado a la fina piel de una egipcia, tenía miedo de espantarla o de que se sintiera ultrajada y su padre, el jeque, le hiciera morir devorado por los camellos. Tras mucho tantear la situación, los jovenes le dijeron que la mejor forma de atrapar a esa bella muchacha era regalarla una rosa del desierto. Aisha, que también se había fijado en Sander y su impresionante aspecto físico (no hay más que ver la foto para darnos cuenta de su gran atractivo) sufrió muchísimo cuando supo que su amado tenía que partir a un lugar desconocido, a pesar de que prometiese que se reunirían en Alejandría al cabo de un par de semanas.




La joven Aisha en una foto de 1943, posiblemente en Alejandría. A pesar de las continuas escapadas de su pretendido, ella siempre permaneció a su lado.








Después de un cálido abrazo de despedida, Sander cogió su petate y partió a oriente, hacia el mar Moribundo, lugar donde crecen las rosas del desierto.

Caminó cientos de millas a paso prusiano y apenas necesitó comer un par de jorobas de camello para aguantar el ritmo, pero al tercer día la sed y el cansancio comenzó a hacer mella en nuestro pobre soldado. Al caer la noche se refugió en un pequeño hueco escavado en la roca de unas escarpadas laderas. Pero esa noche no pudo dormir, por desgracia, la grasa rancia de las jorobas era poco digestiva y Sander comenzó a sufrir terribles dolores abdominales. Cuando ya no pudo más, corrió lo más rápido que pudo hacia el arroyo para hacer sus necesidades entre los juncos. Hijos de la casualidad que somos, y siendo esta a veces cómica otras veces trágica, resultó que ese arroyo era el método de aprovisionamiento de agua de una compañía entera de legionarios franceses. Pero ya volveremos a esto más adelante. Descargado y más tranquilo, Burguermeister pudo dormir en paz, pensando en la bella Aisha, la joven Aisha... Aisha...

Al día siguiente, reanudó su marcha con más fuerzas que nunca y aprendiendo de sus errores. A partir de ahora se alimentaría única y exclusivamente de dátiles o de cocodrilos, de esos que tanto abundan en Egipto. Nuestro amigo subió montañas, bajo montañas recorrío valles y por fin llegó al mar Moribundo. Allí, entre sus saladas aguas crecían en su lecho fantásticas rosas del desierto de puro cuarzo. Unas totalmente transparentes, otras rojas, las más marrones. Burguermeister, que por el amor de Aisha vivía, recogió cuantas pudo y las metió en una bolsa y regresó lo más rápido que pudo con su amada. Pero ¡Oh, por el mismísimo Führer! Ante sus ojos el mar se abrió y apareció el antiquísimo ejército de egipto que Moises enterró entre aquellas aguas. Eran los guardianes de las rosas, y no iban a dejarle escapar con su tesoro. Pero como un soldado de la Wehrmacht nunca se asusta, rápidamente pensó una solución a tal terrible ataque. De momento se conformó con disparar su Luger y abatió a alrededor de doscientos enemigos, pero cuando se le acabó la munición no tuvo más remedio que pulir con forma de bala las rosas del desierto y dispararlas contra aquella muchedumbre de muertos vivientes. Las rosas del desierto resultaron ser de gran utilidad, ya que redujeron aquel montón de cecina antropófaga a mera arena del desierto. Que por cierto, mezclada con agua resulto ser un gran plato nutritivo. Por desgracia, de las cientos de rosas cogidas por Sander, sólo pudo quedarse con una de color rojo.

Y así, poco a poco y degustando los sabores de Egipto, Burguermeister regresó a Alejandría en busca de Aisha, la de negros ojos. Pero el desdichado destino aun le preparó otra jugarreta. Al intentar cruzar por donde vino, una terrible tormenta de arena erosionó unas rocas que se desprendieron y le taponaron el camino. Sander tuvo que desviarse y se topó de lleno con el campamento de la legión francesa.

Y creo que por ahora ya es suficiente. Otro día más y mejor, y si, esta vez os prometo que habrá tórridas escenas de sexo, pasión y desenfreno.

1 comentario:

IvI dijo...

No, si no lo decía por la historia sino por la foto, ya que le noté cierto aire familiar :)
Un beso.