lunes, octubre 02, 2006

Comenzamos la temporada (La historia de Gervasio Javirov)

Y la comenzamos con un antiguo relato, como ya dije una entrada atrás. Espero que se estremezcan tanto como yo lo hice al escuchar en La Taberna del estrofio la siguiente historia que les voy a contar.

Dice así:

Ah! De aquellos relicarios y aquellas palabras. Ya nada quedaba bajo los muros de esa casa. Poco antes de la tormenta fue abandonada a su suerte. Sus inquilinos no podían soportar mas a aquel vecino siniestro que rondaba los campos por las noches echando juramentos a Dios. Gervasio era un pobre hombre que solamente había salido una vez del pueblo y cuando regresó no volvió a ser el de antes. Sus padres murieron cuando el solo era un chaval de 20 años y se quedo solo en aquel caserón a las afueras del pueblo, sin más compañía que las carpas de su estanque verdoso y con aguas podridas. Antaño había sido una de las villas más bonitas del pueblo, con grandes jardines y bellas estatuas de mármol a la entrada. Trabajaban al menos cincuenta criados en las instalaciones y se solían organizar festines cada mes, símbolo de la opulencia de la casa. Pero todo cambio cuando el hijo menor, Gervasio, tuvo que salir una noche de tormenta a buscar unas medicinas para un criado moribundo. Debía ir al pueblo de al lado, a unos diez kilómetros de distancia a visitar al medico para conseguir su ayuda. Pero en el camino encontró muy buena compañía y se fueron todos a una orgía cristiana que organizaba el párroco del pueblo de al lado del pueblo en el que vivía. Mientras el pobre criado moribundo exalaba sus últimos alientos, Gervasio se divertía a base de vino y mozas bien avenidas en la parroquia. Viole uno de sus criados y corriendo cogió el caballo para avisar al señorito de los quehaceres de su hijo, pero cuando este fue avisado el padre no movió ni un dedo, aun hay mas, fustigo a su criado por traer mentiras a su casa. A las pocas horas el criado murió, pero antes de reunirse con el barquero maldijo a aquella familia de perversos aristócratas:

Ay desgraciados, mi muerte habéis provocado,
vuestra desgracia os habéis ganado,
todas vuestras riquezas se volverán en desdichas
y vuestros bellos hijos en criaturas de ciénaga se convertirán
hijos de Satanás!

Toda la familia se rió de ese pobre desgraciado, y tras su último suspiro fue mandado a los cerdos.

Al día siguiente, Gervasio se levantó. Satisfecho y plenamente vigoroso fue a intentar repetir ración con una de las muchachas de la fiesta pero al acercarse a ella esta huyo espantada y gritando como una posesa. Gervasio enojado la perseguía con una vara cuando de repente se planto delante de un espejo y aterrorizado empezó a vomitar. Se había convertido en un ser repugnante, la mandíbula torcida, la cara achatada, los ojos bizcos y era incapaz de cerrar la boca por lo que era irremediable que babease continuamente. Gervasio corrió, corrió lo más rápido que pudo y no se volvió a saber nada más de él. Diez mujeres de aquella fiesta tuvieron a los nueve meses hijos e hijas. Cuando el médico fue a preguntar quien era el padre, la respuesta venía impresa en los bebes deformes que habían nacido. Todos ellos no eran obra sino de Satanás. Malditos ellos por haber nacido, sus madres no tuvieron otro remedio que irse al bosque y fundar un nuevo pueblo, donde todavía habitan los desdichados y malformes descendientes de Gervasio Javirov.

La familia de Gervasio en la villa corrió peor suerte. Los campesinos se revelaron y crucificaron a casi todos los Javirov. Los que pudieron escapar encontraron la muerte en las ciénagas y un último grupo fueron atacados por los cerdos antropófagos que ellos mismos habían creado con una alimentación a base de criados. Las mujeres fueron perdonadas y encerradas en el claustro de por vida, rezando e intentando expiar los pecados de la familia, pero no por ello se libraron de la maldición, al cabo de unos meses se convirtieron en una piara de monjas/cerdo, a las que por las noches se las podía oír por todo el valle con sus lamentos de lechoncillas.

Y allí seguía Gervasio, en su ruinosa villa, llorando todas las noches. Maldito de por vida, comiendo rocas con alto contenido en nutritivo moho y lamentándose de que muchas veces en la vida unas palabras o unas acciones signifiquen tu perdición eterna.

3 comentarios:

IvI dijo...

Muy bueno.
Solo una duda existencial:Los hijos de Satanás son feos???
Besos.

Protion9 dijo...

Cristianamente dicen que si... :P

Un saludo!

SDAN187 dijo...

¡Cuán cruel!

:P